LA PENÉLOPE DE SERRAT
"Penélope, con su bolso de piel marróny sus zapatos de tacón y su vestido de domingo.
Penélope se sienta en un banco en el andény espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.
una tarde de primavera.
«Adiós amor mío no me llores, volveré antes que de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí volveré a por ti...» Pobre infeliz se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril cuando se fue tu amante. Se marchitóen tu huerto hasta
la última flor. No hay un sauce en la calle Mayorpara Penélope.
si un tren silba a lo lejos.
Penélope uno tras otro los ve pasar, mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.
Dicen en el puebloque el caminante volvió. La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: «Penélope mi amante fiel, mi paz, deja ya
de tejer sueños en tu mente,mírame, soy tu amor, regresé».
«Tú no eres quien yo espero».
Y se quedó con el bolso de piel marrón y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación." SERRAT
Las distintas versiones del mito de Ulises que con profusa insistencia se han hecho, inciden en el paso del tiempo. El caminante ha ganado experiencia en sus aventuras, es otro hombre del que antaño se despidiera de Penélope. Ni él es el mismo ni el hogar que dejó es tan siquiera similar.
"No hay aventura corta, que cuanto mayor el camino más grandes son los avatares"
Mientras que el Caminante hace su camino Penélope solo teje: sueños,
El nostos, la vuelta del caminante ya no significa nada. No hay futuro para Penélope, solo pasado.
Curioso es que Serrat, contraponiendo la marchitez del mundo que rodea a Penélope, utilice la viveza del verde para referirse al banco, único compañero de Penélope y a lo mejor una botellita de Gin. Sigue ahí, viva, vibrante, esperanzadora; ya pasó el estío y atrás quedó el invierno. En ciclo vital renueva una primavera que Penélope trunca y de la que sólo conserva el color de la esperanza. Al final, la que no sobrevive al tiempo es ella, ella por la cual no pasaron los días, ella que estaba anclada en un Abril y no fue capaz de sentir el otoño para ver nacer otra primavera.
No vio las hojas de los sauces caer, no descubrió que tras la caída llega el renacer, no percibió su propia decrepitud ni la de su huerto. Había visto pasar trenes, o pretendientes... qué más da.